A mi la palabra linchamiento me trae a la memoria las películas del Oeste, esas en las que los malos y a veces incluso los buenos decían «hagámosle un juicio y después le ahorcamos».

El término procede de Charles Lynch (1736-1796), un juez de Carolina del Norte que al descubrir a un grupo de personas incitando a la sublevación de los lealistas en Virginia los encarceló (según algunas fuentes, fueron ajusticiados) tras un juicio improvisado y en el que los acusados no tuvieron opción a defenderse. Un par de años más tarde el juez Lynch promovió la legalidad de sus actos en el Congreso presentando una ley que exoneraba estos juicios sumarísimos en la que se conoció como «Ley Lynch», que dio origen al término lynching y más tarde al castellano linchamiento.

Por fortuna en nuestros días linchamiento se utiliza junto al adjetivo mediático y el linchamiento es solo eso, cosa de los medios de comunicación. Algunos dirán que ya es mucho pero hay noticias provocadoras en un país con más de cinco millones de parados que qué quieren ustedes, la justicia debería actuar para evitar un linchamiento (por supuesto, mediático):

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* La sugerencia de esta entrada se la debo a José Antonio Barrionuevo.