A la palabra desafección últimamente le sigue de todas todas el adjetivo política. La clase política se ha convertido en uno de los mayores problemas de los ciudadanos. Aquellos que elegimos para que solucionen los problemas de todos y organicen nuestra forma de vivir juntos han conseguido, con su inoperancia, hacer famosos lemas como «no nos representan», «no hay pan para tanto chorizo» o «sin casa, sin trabajo, sin miedo».

En este contexto les presento algunos adjetivos calificativos que se aplican a los políticos:

Besaniños*: político falso, demagogo y por ende, besucón de niños.
Burócrata: político del aparato del partido.
Camaleón: el que cambia sus ideas según le convenga.
Chaquetero: que se arrima al sol que más calienta.
Chusquero: político más o menos inútil y segundón.
Fenicio: que tiene habilidad para negociar y sacar el máximo partido.
Florero: término sexista para indicar que una mujer está en un puesto solo para cumplir con la cuota femenina.
Fontanero: persona que se ocupa de trabajar en la sombra.
Francotirador: político que actúa al margen de un grupo organizado.
Paracaidista: político impuesto por la cúpula de su partido desde Madrid para ocupar un buen puesto en una lista electoral de una provincia que no es la suya.
Submarino: infiltrado en una organización.

* Besaniños es una palabra que no está reconocida por el Diccionario de la RAE