En otras ocasiones hemos hablado de la capacidad de la lengua para crear palabras, bien importadas de otros idiomas, bien derivadas del propio. Pero también hay palabras que se abandonan, que pasan de moda, que se desechan porque ya no nos sirven. Veamos algunas de estas últimas: 

Adefesio es una palabra que procede de la epístola de San Pablo Ad Ephesios y que alude a la inutilidad de la predicación del apóstol en esta ciudad, donde estuvo a punto de sufrir martirio a manos de la plebe.
Antes se decía «ir hecho un adefesio», que significaba algo así como no ir bien vestido, ir de cualquier manera. La libertad actual precisamente de «ir como uno quiera» ha hecho que ya no califiquemos a nadie de adefesio. Ahora uno es fashion, cool, snob o freaky, pero nunca adefesio.

Afiche, de origen francés, era un cartel publicitario que anunciaba algún evento. Ahora la palabra ha desaparecido de la escena y ha sido sustituida por el tradicional cartel. 

Aldaba era una pieza de metal colocada en la puerta de la calle con la finalidad de llamar. Todavía hay aldabas de adorno en algunas casas, sobre todo en chalets o adosados, pero en las puertas hoy tenemos un timbre y no una aldaba, por lo que la palabra apenas se usa.

Ambigú, de claro origen francés, era el bar de un teatro o cine al que se acudía en el descanso. Ahora ni hay bar en los teatros o cines ni, generalmente, hay descanso.

Carabina, usada en el sentido de ir de carabina se decía de la persona que se enviaba con una pareja para observar y controlar su comportamiento. En la actualidad nuestros adolescentes se pasean solos con total libertad y en lugar de carabina les ponemos chófer para su regreso a casa.

Fresquera era un armario colocado en el balcón o empotrado en la parte exterior de la casa donde se guardaban los alimentos perecederos al fresco, de ahí su nombre. Hace ya unos cuantos años que la fresquera ha desaparecido de nuestras casas sustituida por el frigorífico.

Gilda designaba a una mujer especialmente guapa y con buen tipo. El nombre procedía de la película del mismo nombre interpretada por Rita Hayworth que causó gran revuelo y escándalo cuando fue estrenada (1946) y cuyo impacto perduró muchos años.