Según un estudio de la Universidad Pompeu Fabra y el Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados, nuestro cerebro tarda menos de medio segundo en encontrar la palabra que buscamos. Otra cosa es si esa palabra que encontramos es en realidad una palabra aproximada a lo que queremos decir o si es la palabra exacta.

La palabra justa (le juste mot, en francés), la que describe intrínsecamente lo que queremos expresar se resiste a veces, se esconde en los vericuetos de nuestras neuronas y, como dice esa preciosa canción de Amaral: «cómo hablar, si cada parte de mi mente es tuya y si no encuentro la palabra exacta…».

¡Cómo hablar! Según los científicos cuando hablamos la mente hace un escaneo rápido de las posibilidades y escoge una palabra con una velocidad asombrosa, de otra manera no podríamos hablar, pero cuando no encontramos la palabra exacta… nos detenemos, dudamos, buscamos por todos los recovecos de nuestra mente y si no la encontramos, sentimos que no hemos conseguido expresar bien lo que queríamos decir. Recurrimos a perífrasis, damos rodeos «es como si…», «cómo te explicaría yo…» y a menudo soltamos un «no sé si me entiendes» que cuando queremos ser educados se transforma en «no sé si me he explicado».

Hay personas que se explican bien y otras no tanto, algunos utilizan un vocabulario muy reducido con profusión de palabras comodín como ‘cosa’, ‘cacharro’, ‘chisme’, ‘cachivache’… de manera que hablen de lo que hablen, casi todo lo resuelven con los mismas términos; otros disponen de una variedad más amplia de repertorio, escogen las palabras, las encajan en su justo lugar y es un auténtico placer escucharles hablar.

De escribir hablaremos otro día.