Jacob Davis y Levi Strauss se asociaron allí por 1873 con el objetivo de fabricar unos pantalones cómodos y resistentes para que los mineros los usaran para trabajar y no se quejaran -como era habitual- de que se rompían enseguida. Como ya se habrán imaginado, inventaron lo que nosotros conocemos como jeans o pantalones vaqueros.

Los pantalones que hicieron famoso a Levi Strauss (¿y dónde quedó Jacob Davis?) se confeccionaron con  tela de geanes, de origen genovés, de ahí el nombre de jeans con que se conoce a los pantalones de ese estilo. Esta tela era de un lino muy resistente que se utilizaba para las velas de los barcos y que Davis y Strauss tiñeron de azul oscuro para que fuera más sufrida. Cuando esta tela se acabó la sustituyeron con un tipo de tejido llamado serge que era de la ciudad francesa de Nîmes, de donde procede el término denim.

Estas etimologías me plantean dos reflexiones curiosas: cuán a menudo la historia de las cosas está detrás de la palabra que les da nombre y cómo algo tan genuinamente americano como los pantalones vaqueros hunde sus raíces en Europa: el señor Strauss era de origen alemán; la tela de los jeans, italiana y la del denim, francesa. Si es que el mundo es un pañuelo.