La isla de Bretaña formó parte durante varios siglos del Imperio romano, lo que supone que no sería temerario afirmar que hoy los ingleses tranquilamente podrían estar hablando una lengua románica.

Los romanos estuvieron en Bretaña casi 400 años, desde su conquista en el año 43 hasta el 410, fecha en la que las últimas legiones romanas dejaron la isla con el objetivo de defender Roma de los invasores germánicos.

En el año 449 entraron en Britannia pueblos anglos y sajones procedentes del Mar del Norte y del Mar Báltico, con ellos dejó de hablarse el latín y con ellos desapareció la posibilidad de que se hubiera desarrollado otra lengua romance, el «británico».

Las poblaciones celtas, que resistieron durante siglo y medio, nunca se asimilaron a los invasores; siguieron luchando hasta quedar cercados en tierras de Irlanda, Cornualles, Gales y Armórica (la Bretaña francesa). Los invasores les llamaban wealas, «extranjeros», de donde proviene el nombre inglés Welsh con el que se les conoce hoy a los galeses.

El lenguaje que se impuso, como bien sabemos, fue el de los anglosajones. En el año 601, el papa Gregorio I llamó por primera vez Rex Anglorum al rey Aethelbert de Kent. El pueblo se llamaba Anglecynn y su lengua, Englisc. Poco tiempo después, el país ya no era conocido como Britannia sino como Englaland, la tierra de los anglos, Inglaterra.