Que el tiempo pasa muy rápidamente es cosa sabida y que algunos acontecimientos resulta difícil situarlos en el tiempo también. A pesar de eso, he encontrado unos datos respecto del latín que me han sorprendido mucho. Por ejemplo, que en la enseñanza superior en Francia las tesis en francés solo se admitieron a partir de 1905, o que en Oxford y Cambridge los discursos de recepción de los doctorados honoris causa se siguen pronunciando en latín.

En el siglo XXI la Iglesia Católica es el único reducto del latín hablado, lengua oficial del Vaticano, donde los lingüistas se han visto obligados a inventar palabras que no existían para denominar nuevos conceptos como res inexplicata volans, para ‘ovni’; birota automataria, para ‘moto’; o iuvenis voluptuaries, para ‘donjuan’.

Mientras, nosotros seguimos imperturbables diciendo que Fulano es el alma máter de la fecundación in vitro, que Urdangarin presentó el currículum vítae motu proprio, que Bárcenas ha sido declarado persona non grata en su portal, que es vox pópuli que bajarán las pensiones y será difícil mantener el statu quo o que Europa nos enviará otro ultimátum diciéndonos que es condición sine qua non que los bancos actualicen sus balances.

Y de tal forma está presente el latín en nuestros días que hasta los estadounidenses expresan algo tan común como la hora con una expresión latina: AM, ante merídiem, y PM, post merídiem.

Y es que el latín es una lengua muerta muy viva.