«La lengua es algo que hemos ido haciendo entre todos. Sin embargo quedan en ella vestigios de intervenciones que no han podido ser sino personalísimas de un sujeto concreto, con nombre y apellidos, que vivía en un pueblo, en una casa, con unos vecinos, alguien dotado con verdadero genio para la acuñación de expresiones felices, inmediatamente aceptadas por los demás y exportadas a los últimos confines del habla, que las mantendrá vivas quizá durante mucho tiempo. Además, en algunos casos, tales expresiones son hallazgos que remitirían a corrientes estéticas, de no ser porque o las han precedido o las ignoran por completo. De la más pura raíz surrealista, por ejemplo, es ese «estás como una regadera», tan expresivo, pero de peliaguda interpretación y genealogía. Como imagen va más allá de una audacia de vanguardia, y como significado el suyo es tan ambiguo que difícilmente podríamos referirlo a la chaladura, pues no se habrá visto un objeto de una lógica más aplastante y de mayor utilidad. Así que tenemos que concluir que fue un hallazgo fortuito de alguien que regando en ese momento con una regadera y queriendo decirle a alguien lo disparatado que era, no se le ocurrió otro modo de expresarlo que ése, comparándole con un cacharro, a medio camino, por lo demás, entre la alquimia y el cubismo.»

Andrés Trapiello: Una caña que piensa