Para irse a dormir una necesita, como los niños, que le cuenten un cuento. Cada noche pongo a reposar la vida propia y me sumerjo en otras que no me incumben y que no son responsabilidad mía. ¡Ah! Qué descanso que todas esas tareas, todos esos afanes y preocupaciones no sean propios y no tenga una que resolverlos.

Después de ser consciente de que hay problemas que son irresolubles y que no son de una, una se duerme a pierna suelta.