El sueño de cualquier marca comercial es que su nombre dé origen al objeto que produce. Es lo que ha sucedido con marcas registradas como Kleenex, Tampax, Bic o Shandy. Compramos kleenex aunque sean de la marca Eroski, escribimos con un bic marca Pilot y nos tomamos una shandy marca Mahou.

Hay otros nombres comerciales como Jeep, Formica, Celofán o Aspirina de más antigua creación que ya para nosotros apenas si remiten al nombre de una empresa, porque ya han pasado a ser el nombre de la cosa en sí perdiendo en el camino la relación con el producto original que representaban.

Incluso algunos de estos nombres han pasado a significar más que el propio objeto, es el caso de michelín cuando se refiere a ‘pliegue de grasa en el cuerpo’ o kleenex, cuando se utiliza para representar algo de usar y tirar, como por ejemplo literatura kleenex. También se dio en llamar bollicaos a los adolescentes, aunque yo creo que últimamente la palabra ha perdido terreno en favor de yogurines. Estos últimos ejemplos son una muestra más de la creatividad del hablante y de la libertad que ofrece el lenguaje para crear palabras nuevas.

Seguro que a ustedes se les ocurren muchos más ejemplos que yo me he dejado en el tintero.