«Es un hombre muy expresivo, que tiene el don de la lengua. Cuando uno lleva media hora hablando con él, se lamenta de no tener a mano la libreta o una grabadora para quedarse con todas las expresiones que empedran su conversación y que, aunque sean a veces un poco pomposas, en él suenan con la naturalidad del Covarrubias, como cuando ayer, refiriéndose a los árboles que habíamos plantado este invierno, dijo que todos estaban presos, es decir, prendidos; «quedaron presos la mitad», fue lo que dijo.