«Tiene una memoria prodigiosa para todo y palabras que deberían venir a comprárselas los de la Academia de la Lengua. Se acuerda de lo que le costaban las cosas hace cincuenta años, lo que valía una arroba de aceite o unas alpargatas, un mulo, la mesada de un jornalero o lo que su padre pagó por el arrendamiento de una tierra y de lo que sembraron en ella el año tal o el año cual, y con qué yunta. Se le escucha embelesado, tasiadito. Y sí, qué palabras siempre. Ayer decía que a su madre le entró un sorongo. Quería decir que le entró una preocupación. No sé si esa palabra existe. Debería existir, porque es preciosa. Yo a partir de ahora dejaré de tener preocupaciones y creo que sólo voy a tener sorongos. Le gustan tanto las historias, que las guarda en su particular memoreteca, de donde las trae siempre con una oportunidad y justeza no menos asombrosa, como Sancho refranes.»

Andrés Trapiello: Siete Moderno.