García Márquez es como un terremoto: todos tenemos una historia que contar acerca de nuestra experiencia con él. Yo recuerdo vivamente mi lectura de Cien años de soledad. Me había resistido con obstinación a leer el libro porque todo el mundo hablaba de él, presa de la altanería propia de la juventud pensaba que no encontraría nada nuevo en ese libro de moda.

Finalmente me lo llevé en un viaje a Grecia y desde que empecé con el Coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento, solo pensaba en volver a sumergirme entre sus páginas. Tendría yo 22 o 23 años, apenas había viajado, pero me exilié voluntariamente de Atenas para irme a vivir a Macondo. Durante todo el día, mientras viajaba a Epidauro o a Delfos, solo pensaba en el momento de volver al hotel y abrir el libro. Yo misma estaba medio enfadada conmigo por no disfrutar más de aquel viaje tan largamente deseado, pero no estaba en mi voluntad. El libro supuso un antes y un después en mis lecturas y la primera página de Cien años de soledad solo puede compararse, creo yo, al principio de El Quijote. Gracias Gabo, que la tierra te sea leve.