A menudo sucede que lo que es bueno es malo a la vez. ¿Cómo puede ser?, se preguntarán ustedes. Veamos un ejemplo, ¿Internet es bueno o es malo para las lenguas minoritarias? Es malo si pensamos en la preeminencia del inglés en la escena mundial, pero es bueno porque está suponiendo para muchas de esas lenguas, un instrumento de preservación y desarrollo con el que no podrían haber soñado comunidades anteriores.

Así, Internet supone a la vez una amenaza y una oportunidad para las lenguas minoritarias, lenguas que se enfrentan a una crisis que carece de precedente en cuanto a su escala y urgencia. Para que se hagan una idea, cada quince días desaparece una lengua en el mundo, un índice mayor de extinción que el de muchas plantas y animales que preservamos cuidadosamente.

Se podrá argumentar que no es un problema tan importante, que cuando una lengua se extingue, sus hablantes encontrarán otra con la que comunicarse, y es cierto, pero piensen por un momento en esas palabras que decían de niños y que ya no se emplean, ¿a que da pena que desaparezcan? Pues eso.