«Se hablaba de todo, los intercambios eran a menudo violentos, tenía la impresión de que la buena lengua que tanto me había costado adquirir se había vuelto inadecuada. Demasiado cuidada, demasiado perfecta. Fíjate cómo se ha modificado el lenguaje de Mariarosa, pensaba, ha cortado con su educación, es una deslenguada. Ahora, la hermana de Pietro se expresaba peor que como nos expresábamos Lila y yo de jovencitas. No pronunciaba una sola frase sin aderezarla con la palabra «coño». «¿Dónde coño he puesto el encendedor, dónde coño están los cigarrillos?». Lila nunca había dejado de hablar así; ¿qué debía hacer yo, volver a ser como ella, regresar al punto de partida? ¿Para qué me había esforzado tanto?»

Ferrante, Elena: Las deudas del cuerpo