Estos días en mi casa todos somos académicos de la lengua. Iván, recién llegado de Ucrania, pregunta el significado de palabras que no recuerda o que no ha oído nunca. Hasta ahora siempre había venido en verano por lo que es lógico que pregunte «y estufa ¿qué es?» Y nosotros nos aplicamos en pergeñar una definición para él. Si al aludido no se le ocurre una respuesta bien armada, entonces pasa el testigo al primer incauto que esté cerca. Díselo tú, anda, que yo estoy liado.

Su conversación, prolija por lo demás, a menudo nos provoca la risa tonta por los malentendidos que produce, como el otro día cuando desayunó «una napoleona con chocolate». Pero Iván no se achanta lo más mínimo y prosigue con sus preguntas, su cháchara y su abuso de los demostrativos. Cómo entender que después de tanto esto y eso y algo así y cacharro se despida con un «hasta luego Lucas» que suena tan castizo. Pero «así es la vida» (que es también una de sus frases favoritas).