Los franceses están revolucionados -de nuevo- en torno a una reforma ortográfica que fue aprobada nada menos que en 1990. ¿Qué pasa veintiséis años más tarde? Pues que en el próximo curso escolar, los libros de texto van a incorporar las modificaciones que proponía aquella reforma. Con esto se pretende que la lengua resulte más estándar y ayude a evitar el fracaso escolar, además de facilitar el aprendizaje del francés fuera de sus fronteras.
Se me ha ocurrido buscar el revolucionario documento (la réplica de nuestro BOE) y en él el Secretario de la Academia Francesa eleva al Primer Ministro francés una petición de cambio de la ortografía que empieza con estas palabras:

«Cuando un Primer Ministro se preocupa por el estado de la lengua francesa, lo que no ocurre todos los días, encamina sus pasos tras la senda de Richelieu*».

Los cambios van a ser en su mayor parte opcionales, pero han suscitado todo tipo de reacciones. En torno a 2400 palabras cambiarán su ortografía: se podrá escribir «oignon» y «ognon«; se suprimirá el acento circunflejo en muchas de las palabras que ahora lo llevan; otro tanto pasará con los guiones, «porte-monnaie» pasará a ser «portemonnaie«; la «ph» de algunas palabras pasará a ser «f«, como por ejemplo en «nénuphar«, que será «nénufar«.

Uno se pregunta por qué tanto revuelo si las reformas pueden ser seguidas o no, pero, como decían en Twitter: «Eres un viejo si has conocido «gâteau«, «hôtel«, o «même«. Y, por cierto, el más querido por aquellos que se oponen a la reforma ha sido el acento circunflejo, ese sombrerito tan francés, que ha merecido ser trendic topic con el hashtag #JeSuisCirconflexe.

* Armand-Jean du Plessis, cardenal de Richelieu, fue el fundador de la Academia Francesa, la institución ocupada de velar por el francés.