Siempre me llama la atención ver hablar a dos o más personas sordas. Mueven las manos a una velocidad increíble, aletean con ellas llevándoselas a alguna parte del cuerpo, forman figuras con los dedos, gesticulan marcadamente con la cara. Todo ello en un curioso silencio. Los que no comprendemos su lenguaje asistimos atónitos a una conversación que nos parece imposible ¿De verdad el interlocutor estará entendiendo lo que el emisor quiere expresar?
La lengua de signos ha pasado por diferentes situaciones a través de la historia. Ha habido momentos en los que el idioma gestual ha prevalecido en la comunicación con y entre los sordos y otros tiempos en los que se pretendió su desaparición argumentando que era un obstáculo para la educación e integración de las personas sordas.
Últimamente prima la opción de utilizar y fomentar el uso de la lengua de signos, y es curioso porque esto sucede en el momento en el que la medicina mejor conoce el mecanismo de la audición y su patología y cuando la electrónica diseña y construye prótesis auditivas antes inimaginables. Por algo será, digo yo.
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