Proxeneta y xenófobo son dos palabras feas, pero feas, feas, tanto en su sonido como en su significado. Tienen otra característica y es que, a pesar de ser su significado tan diferente, están emparentadas por la raíz griega xénos, que las dos comparten, ironías de la Lingüística, y que significa ‘extranjero’.

Proxeneta viene del griego proxenéo, que significa, ‘hago de patrono o protector, sirvo de mediador’ y este a su vez de pro más xénos, ‘patrono, especie de cónsul que protegía a sus connacionales en una ciudad extranjera’.

Xenófobo, compuesto también de xénos, ‘extranjero’ más phóbos ‘miedo’, es literalmente el que tiene miedo a los extranjeros.

Así, un proxeneta debió ser inicialmente alguien parecido a un «cónsul» de una ciudad griega en otra, pues era un defensor de los que eran extranjeros en aquella ciudad, mientras con xenófobo se designaba al que temía a los que venían de otros lugares. Ambas palabras han pasado a tener significados bien diferentes hoy en día. Pero ya ven ustedes, no es que nacieran así, es que han crecido torcidas.