Una charla sobre lenguaje a la que asistí recientemente terminó con esta diapositiva: «¿Preguntas?, ¿sugerencias?, ¿insultos?». Se pueden ustedes imaginar la sonora carcajada del auditorio.

Y después de la risa tan general y espontánea me puse a pensar en el porqué y se me ocurrió que la razón era la sorpresa, lo inesperado del «¿insultos?». En lo que a lenguaje se refiere estamos constantemente haciendo predicciones. Empieza alguien una frase y ya estamos terminándola, anticipamos lo que el otro va a decir basándonos en el contexto y la experiencia.

En periodismo se dice que es noticia que un hombre muerda a un perro, no que un perro muerda a un hombre. Algo parecido ocurre con el lenguaje, cuando escuchamos algo inesperado nos sorprende, nos divierte, cuando leemos una metáfora inusual es cuando disfrutamos de la imagen que concita en nuestra mente. Muchos de los gags de las comedias y de los chistes funcionan con este factor sorpresa del lenguaje, se coloca una palabra allí donde menos se la espera y, zas, se activa la carcajada.

Hay que sorprender a nuestro cerebro, de por sí acomodaticio y comodón, para mantenerlo vivo y funcionando.