La comisión de planificación urbanística del condado de Gwynedd, en el noroeste del país de Gales, ha denegado por segunda vez el permiso de construcción de 366 viviendas en la ciudad de Bangor. ¿No necesitan viviendas?, ¿eran irregulares?, ¿excedían el volumen de construcción? No, la razón es de carácter lingüístico, pues «incumple las políticas locales y nacionales relativas a los problemas de la lengua galesa».

El proyecto, impulsado por una gran promotora inglesa, era el más importante desarrollo previsto en una ciudad que no llega a los 20.000 habitantes y que, además de su carácter universitario, tiene la particularidad de ser uno de los ‘refugios’ del galés, ya que el número de habitantes que conocen y utilizan la lengua supera el 45%, mientras en otros lugares el conocimiento del galés por parte de la población está en torno al 25% aunque solo el 20% afirma que la domina.

Que la construcción de nuevas viviendas tuviera un impacto en el uso y conocimiento de una lengua es algo que no se me había ocurrido. Comprendo su punto de vista, esas casas serán habitadas por gentes de fuera, jóvenes probablemente, que no conocerán el galés y harán que descienda el porcentaje de hablantes de la ‘reserva india’ en que han convertido a ese pueblo.

Quizás a corto plazo conserven ese maravilloso 45% de hablantes, pero a la larga tienen la guerra perdida. El pueblo envejecerá y con él la lengua. No sé qué pasaría si se construyeran las casas, pero ponerle puertas al campo nunca ha sido una solución.