Vienes a casa y al salir del ascensor te encuentras con el pato que se escapa, cada día está un poco más cerca de la puerta, porque además no le gusta el ascensor, se quiere escapar por las escaleras. Menos mal que tú me llamas, ¡Gemma, se ha escapado el pato! y yo le meto en casa y le pongo encima del armarito del baño para que no se escape. Pero tu inocencia hará que el próximo día vuelvas a creer que ha bajado del armario y se ha escapado de casa, rumbo a algún estanque donde solazarse con otros patos.
Ahora ya hablas muy bien, hasta con las palomas, y sabes muchas, muchas palabras y me explicas que el aitona te ha llevado a Igeldo en una cosa muy difícil de decir, el funicular, ¿verdad? y que habéis andado en las barcas y has visto el mar desde allí arriba, arriba. Ya no hablas de ti en tercera persona, ahora eres Marcos y cuentas también que tu hermana es una princesa que vive en un castillo y construyes un mundo que es una nube de azúcar en la que todos nos quedamos atrapados.
No dejes de venir porque entonces a ver quién me avisa si se escapa el pato.
Comentarios
Un relato precioso. El día que perdamos la inocencia de los niños dejaremos de disfrutar de la poesía.