¿Se han planteado ustedes que las llamadas nuevas tecnologías se alimentan de palabras? Cuando hacemos una búsqueda en Google tecleamos palabras, pensamos los términos clave más apropiados para encontrar la información que buscamos y se la proporcionamos al buscador.
Cuando escribimos en whatsapp*, la aplicación nos corrige palabras mal escritas, e incluso nos sugiere las que cree que vamos a escribir a continuación. Si usted escribe «buenos» verá que le sugiere «días», si «feliz», «cumpleaños» y si la cosa se complica como con «quiero verte», whatsapp, prudente, sugiere «en», «ya» o «más». ¿Cómo puede saberlo? Porque detrás de estos avances tecnológicos hay toda una rama de estudios dedicada al conocimiento lingüístico. Avances deslumbrantes que van desde la conversión de la voz en palabras escritas hasta la traducción automática. Y todo gracias a filólogos, traductores y lingüistas en general.
Para que luego les vayamos diciendo a nuestros hijos que estudien algo de ciencias que con las letras no se sale adelante, como hizo una servidora, por ejemplo. Menos mal que no me hizo caso.
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