«A la larga, a través de transiciones a veces muy sutiles, una lengua puede acabar convertida en otra. Las palabras son los eslabones en esta larga cadena que conecta el habla de hoy con la de nuestros antepasados remotos … Pero, ¡un momento! ¿He dicho eslabones? ¡Es un ejemplo perfecto!
En el origen estaba el nombre de un pueblo eslavo que se llamaba a sí mismo slovene. Los griegos lo adaptaron como sklavenós, de donde vino sklavos, que dio origen por un lado al nombre de un pueblo (los eslavos) y por otro, y dado que era el objeto principal del comercio esclavista en Bizancio, se convirtió en la denominación general de las personas privadas de su libertad, que se compraban y vendían: los esclavos. (Por cierto, la expresión italiana ciao -y por tanto la despedida chao frecuente en el español de América- viene de schiavo, igual que cuando en español antiguo alguien se despedía como «su servidor «). Como los esclavos estaban ligados a sus cadenas, cada una de las partes de éstas se llamó antiguamente esclavón y por fin eslabón…»
José Antonio Millán: El candidato melancólico
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