Es curioso que con la cantidad de países que hablan español, el idioma se haya distanciado tan poco. Que hoy un argentino, un cubano y un español se entiendan a la perfección no deja de ser curioso. El castellano, tomado en su dimensión intercontinental, recibe el adjetivo de panhispánico, término muy utilizado en los últimos tiempos.
En 1963 se celebró un congreso con el título Presente y futuro de la lengua española al que acudieron los más importantes filólogos y lingüistas de Hispanoamérica y España. Dámaso Alonso pronunció un discurso en el que se mostró preocupado por la posible disolución del español. El ilustre académico no pensaba que pudiese continuar unida una lengua tan dispersa geográficamente hablando, por lo que el lema de su discurso fue «tenemos que trabajar por preservar la unidad idiomática». Y con este propósito se empezó a trabajar para que ningún país se sintiera excluido ni señalado por las normas que dictaba la Real Academia de la Lengua Española. Había que conseguir que la RAE fuera de todos, de ahí la promoción del adjetivo panhispánico.
A partir de entonces todas las singularidades serían reconocidas, ninguna variedad de español era mejor que otra. De esta manera prendió la idea de que era importante conservar un idioma común, que era preferible «la unificación antes que el purismo», y se acordó respetar «todas las variedades nacionales usadas entre personas cultas en los países de la comunidad hispanohablante».*
* Todas las citas están tomadas de Más que palabras, de Pedro Álvarez de Miranda
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