En la reciente Feria Internacional del Libro celebrada en Barcelona, los editores iberoamericanos han hecho público un documento que han dado en llamar Declaración de Barcelona, en el que enuncian los que piensan deben ser los principios de edición del libro en español.
El libro no debe tener trabas arancelarias ni fiscales ni administrativas y debe garantizar la libre circulación de ideas y la libertad de expresión. Estos últimos propósitos van dirigidos a países como Cuba o Venezuela, donde las autoridades todavía vigilan la publicación o importación de determinados contenidos.
Otro de los puntos que se abordó en este Congreso fue el mercado hispano de Estados Unidos, cifrado nada menos que en 60 millones de hispanohablantes. Álex Correa, presidente de Lectorum Publications, una distribuidora de libros en castellano en USA, señaló algunas de las condiciones necesarias para vender en ese país: «que no aparezcan en los textos ni el ‘vosotros’, ellos usan más el ‘ustedes’, ni ‘culo’ o ‘mierda’; en su contexto son palabras muy soeces». Curioso, ¿se acuerdan de las palabras que no se pueden decir en la televisión norteamericana?
Álex Correa recomendó también más traducciones: «Los niños quieren leer lo que sus amigos anglosajones» y, por supuesto, el precio: «no por norteamericanos, son ricos».
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