Nos impresionan los nombres, dice Trapiello en esta cita, y no podría tener más razón. A mí también me ha sucedido quedarme prendida de un nombre y ver el objeto o el sentimiento o lo que fuere distintos a causa de su nombre.
Tenía este post preparado para publicarlo desde Japón, donde todavía estoy, y ahora, después de ver con qué mimo preparan aquí, en Kanazawa, los árboles para el duro invierno, adquiere la cita un doble sentido. Espero que les guste.
«Hemos dedicado todo el día al jardín, plantando, trasplantando, cubriendo los árboles más jóvenes con plásticos. El invierno es duro y hay que prevenir las heladas, implacables aquí.
Junto a una pared ha habido que hacer un alcorque para poner una clemátide. No hemos visto nunca una clemátide o no recordamos haberla visto. Tiene las flores moradas. La hemos comprado por el nombre. Nos ha parecido evocador y poético.
Somos impresionables. Nos impresionan los nombres, los autores, es decir, las autoridades. Las tradiciones están hechas de prejuicios. Llegamos a la herboristería. En uno de los sobres con semillas leímos la palabra Clemátide. Bastó ese asomo prusiano para decidirnos. Es un misterio si prenderá o no, si la plantamos en el sitio propicio o en uno demasiado expuesto… Al fin y al cabo una palabra termina siempre por germinar, aunque sea en estas páginas…»
Andrés Trapiello: El gato encerrado
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