El mundo cambia constantemente y con él cambian las lenguas. Algunas palabras no se utilizan porque el referente al que aludían ya no existe, como sucede con tantos elementos de la agricultura, por citar un campo semántico. Sin embargo, en tanto en cuanto la lengua sirve para hablar, no solo de lo que existe, sino también de lo que ha existido, las palabras que ya no se usan no desaparecen, sino que quedan guardadas, agazapadas en el rincón de las palabras que se usaron antaño.

Sucede también que hay palabras que se utilizan en escasas ocasiones pero que tampoco se pierden, como por ejemplo guisa o ristre, que son términos que ya solo se usan en forma de alocución: «de esta guisa» y «en ristre». Ambas palabras han perdido frecuencia de uso pero no han desaparecido, no se puede hablar de muerte léxica sino de postergación o declive.

Y hay también ocasiones en las que la palabra se adentra en la categoría de arcaísmo, es un término que, no perteneciendo al momento actual, conserva, pese a ello, ciertas posibilidades de utilización, por ejemplo, en textos literarios, como podrían ser alacena, capazo, fínife (esta palabra me encanta), órdiga

Y estas palabras, por largo tiempo olvidadas, pueden ser como la magdalena de Proust, que con su pronunciación traen todo un mundo de recuerdos a nuestra cabeza.