Solo al cabo de cierto tiempo me acostumbré a mi marido.
Me casé con él para echar un cabo a mis padres en un momento en el que lo estaban pasando muy mal con el negocio. No puedo negar que antes de hacerlo no le diera muchas vueltas a la idea, pero até algunos cabos y decidí que lo mejor sería casarme, al fin y al cabo no teníamos muchas más opciones.
Nuestras amistades estaban al cabo de la calle de las circunstancias del casamiento, pero se comportaron como si no supieran nada y así llevamos a cabo la tragicomedia de una boda no deseada. Reformamos la finca de cabo a rabo y mi boda fue la más fastuosa de la comarca. El señorito y la plebeya se casaron sin dejar ningún cabo suelto.
No puedo decir que fuera al altar engañada, de hecho conocía muy bien la fama que precedía al que iba a ser mi marido, pero no por eso mi vida fue más fácil, ni él cambió ni yo me resigné fácilmente.
Cumplí con mi papel de esposa como si de una reina inglesa se tratara y hoy, al cabo de 20 años, ya tengo definida una tarea que llevar a cabo: convertirme en viuda.
Comentarios
Me ha gustado. Mucho.
Me cabe una pregunta: ¿no estará la finca cercana al cabo Higuer?
Justo al lado.
Gracias, Roberto.
Precioso relato, intriga hasta el final.
Muchas gracias, Joan. Hoy no era el día más apropiado para leerlo… pero me alegro de que te haya gustado 😉