La terminación -ing es tan frecuente en la importación de palabras del inglés –running, zaping, piercing, lifting…- que hemos llegado a ponérsela a una palabra castellana: puenting, ‘acción de saltar desde un puente con una cuerda elástica atada al cuerpo’, de la que ha derivado balconing, ‘acción de saltar desde un balcón, normalmente de un hotel, a la piscina del mismo’, que tiene tela el término.

Otras veces en cambio, hacemos justo lo contrario, tomamos una palabra inglesa como test y le añadimos un sufijo verbal español, en este caso -ar, con lo que ya tenemos un verbo: testar y un participio, testado, en el que ya no vemos el inglés por ninguna parte.

Algunos términos cambian su escritura adaptándola al castellano, como beicon (de bacon)  y otros conservan su aspecto inicial aunque en español no tengamos nada parecido, como por ejemplo, flashmob. Hay palabras peleonas como low cost, que tiene mérito si pensamos lo fácil que sería decir bajo coste, o hedge fund, fondo de inversión libre; está crowfunding, financiación popular; y millennial, que si el término prospera terminará escribiéndose milenial.

«Innovation that excites» dice un eslogan publicitario y está claro que nos va la marcha, porque innovamos nuestro idioma sin parar.