Estaba sentado en los arcos de la Diputación pintando postales. Iba vestido como si fuera un montañero, pantalones negros antilluvia y un forro polar rojo con la cremallera subida hasta la barbilla. Hacía frío, lloviznaba y él estaba sentado en el suelo encima de un cartón. Algunas de las postales que ya había pintado las exponía colgadas con pinzas en una bici apoyada enfrente.

Me he parado a mirar y él enseguida se ha levantado, ¿te gustan? Pues sí, sí, son muy bonitas, ¿cuánto cuestan? Pues mira, depende, que te podía pedir 8 euros y me los darías, pero te voy a decir 7, aunque esa de la salamandra es más cara porque tiene mucho trabajo, que me ha llevado dos horas. Me gusta la del pájaro -le digo yo- (la que ilustra este post). Pues esa 7, sí, que mira estoy en la calle y tengo que comer; esta otra se la voy a regalar a X que ha ganado un premio Ondas este año, es que fuimos juntos al colegio, hay una cena ahora que se van a juntar veinte, pero yo no voy a ir porque me van a empezar a preguntar a ver qué hago y además algunos ya me han visto en la calle y no tengo ganas de dar explicaciones porque los hay que tienen mucha pasta, ¿sabes?, que tienen trabajos, que ya lo sé yo, en los que lo único que tienen que hacer es encender las luces, poner música y tirar cañas, que tienen casa y cochazos y de todo… Bueno, -le he interrumpido- eso no significa que sean felices… No he podido evitar decir lo que enseguida me ha sonado a tontería supina, vaya forma de consolarle, ni que fuera tonto, menos mal que no me ha hecho mucho caso. Yo lo que necesito es que Alokairu me de un piso, ¿sabes?, tener un sitio donde vivir, porque en cuanto llamas a una habitación para alquilar, si es con ayuda social, te cuelgan el teléfono, le he pedido una entrevista al alcalde ocho veces, pero ni me ha contestado. He tratado de sugerirle el nombre de alguna ONG o institución en las que buscar ayuda, pero me he dado cuenta de que lo que él necesitaba en ese momento era que yo le escuchara, nada más y todo eso.

Y allí hemos estado un rato, pegando la hebra, a ratos en euskera, a ratos en castellano, yo escuchando atentamente y él contándome su vida y desventuras. Limpio, cuerdo, treinta y tantos años, con mala suerte, supongo, y mucha, mucha necesidad de ver en los ojos de alguien que él también existe.