La muerte de Bimba Bosé ha traído nuevamente a la palestra las metáforas y los eufemismos que utilizamos al hablar del cáncer. Aunque cada vez se usa más la maldita palabra, todavía son numerosas las referencias a ella como una larga y penosa enfermedad, evitando así pronunciar el término cáncer.
En torno al cáncer abundan las metáforas de referencias bélicas. Uno se enfrenta al cáncer y lucha contra él, lleva a cabo una guerra en la que la quimioterapia es la artillería que, según los mismos médicos, es una lucha sin cuartel en la que se trata de matar moscas a cañonazos. Los que tienen en su entorno a un enfermo de cáncer le animan a resistir y le piden que pelee. Se supera el tratamiento como si se conquistara una loma del ejército enemigo, luego se gana terreno y al final se pierde la batalla contra el cáncer.
Y también están todas las situaciones en las que la palabra cáncer se utiliza como una metáfora de algo sumamente dañino, «la corrupción ha devenido en un verdadero cáncer de la política», «el fracaso escolar es el cáncer de la educación», etc.
Hay que ver las curiosas reacciones del lenguaje, cuando hablamos de la enfermedad eludimos la palabra y cuando queremos hacer referencia a otra situación, decimos cáncer. Así somos.
Comentarios
Cierto. Y no deja de ser llamativo que se utilice el nombre de una enfermedad para referirse a todo menos a ella.
Cáncer es cáncer y ya es hora de encarar la enfermedad llamándola por su nombre. Lástima de Bimba fue muy valiente.
Hay un libro interesante, «Mi cuerpo también», de Raquel Taranilla, en el que la autora (que por cierto «venció» al cáncer) discute precisamente ese afán por enmascarar la enfermedad con metáforas.
Tomo nota, Amaia. Muchas gracias por la recomendación y por tu visita.
Gemma,
Lo primero, ¡hola!, soy Leire E. No sé para qué pongo el apellido como si fuera alguien importante, secreta o a la fuga. Por lo mismo -o parecido- por lo que no llamamos a las cosas por su nombre, o inventamos términos médicos para situaciones sentimentales, humanas… Por…¿?
Decirte que me he animado por fin a entrar a tu página. No lo he hecho antes porque siempre se me antojaba que necesitaba tiempo de calidad y cantidad (como la de los padres a los hijos) para leerte. ¡Qué placer! Muchas gracias.
He estado buscando la trilogía (que son cuatro) de Elena Ferrante, y en mi p. pueblo (pequeño), no hay mucho más allá de esa trilogía de una mujer y no-sé-qué cerilla. En todo caso, en la capi, me estará esperando. En cuanto pase mi castigo implacable por no devolver los libros a tiempo. Es mi sino. Más, pero, sino, sin embargo… Esto parece escritura automática.
En fin Gemma, de nuevo, ¡¡¡gracias!!! Me tendrás que aguantar un poquito. Todavía no sé cuál es la dinámica, pero TE ASEGURO que no requiero respuesta alguna los comentarios.
Un fuerte abrazo,
Leire E.
Prófuga
¡Bienvenida, Leire! Me alegro mucho de que hayas encontrado el tiempo y el momento de pasarte por el blog.
Espero que puedas encontrar y leer la trilogía (que son cuatro, sí, je, je) de Elena Ferrante porque de verdad que merece la pena, te va a encantar. No sé si cuando nos encontramos te hablé de Karl Ove Knausgaard, un autor noruego-sueco interesantísimo. Y Lucia Berlín con su «Manual para mujeres de la limpieza» o Elizabeth Strout, autora de «Me llamo Lucy Barton», just saying, 🙂 Por si se diera el caso de que no está Elena Ferrante y puedes coger algún otro, o imagínate que te encuentras aislada por la nieve y no tienes nada que leer…
En cuanto a la dinámica del blog y los comentarios, pues haberla no hayla, hago de mi capa un sayo, no te preocupes, todos los comentarios son bienvenidos, eso sí.
Muchas gracias por la visita.