«Había venido a la entrada del amigo PB en la Academia (…) Esa sala tiene algo de corral de comedias, con sus balconadas, sólo que parecían haberle dado a todo una mano de nogalina, lo cual le proporcionaba un aspecto de confesionario de lujo, con sus dorados. Ninguna de las veces que estuve en la famosa Casa, no sólo la última, como creía, y ahora lo recuerdo bien, fueron tres y no dos, logré pasar dentro, porque llegué tarde y ya habían copado todos los asientos. Hay unos reservados para la familia, y luego los demás se las arreglan como pueden. Lo de corral lo decía porque hay unas cuantas columnas de hierro fundido que sostienen unas balconadas o gallineros. Con todo lo pompier y truculento que tiene, es un salón muy entonado. Las paredes se decoran con esgrafiados y pinturas, y en el centro hay una especie de repostero de terciopelo de color lombarda que fija y atesora todo el polvo que dejan las palabras después de pulirlas y esplendorlas (no va a decirse así).»

 

Andrés Trapiello: Sólo hechos