De cómo se puede olvidar el idioma en el que aprendimos a hablar, de cómo los idiomas cambian sus papeles y se quedan recogidos en una función y se niegan a salir de casa.
Hoy les traigo una cita de un libro muy interesante con un titulo precioso, Tierra desacostumbrada. Trata de Akash, una mujer bengalí residente en Estados Unidos -ah, qué ricas son las mezclas culturales- trasegando con su papel como hija, esposa, su estreno como madre, su carrera profesional, apenas nada… solo la vida.
«A esas alturas, Akash había olvidado el poco bengalí que Ruma le enseñó de pequeño. Una vez empezó a hablar con frases completas, el inglés se había impuesto, y ella carecía de la disciplina necesaria para ceñirse al bengalí. Además, una cosa era arrullarlo en bengalí, señalar tal o cual cosa y decirle las palabras correspondientes, y otra muy distinta mostrarse autoritaria; el bengalí nunca había sido un idioma en el que se sintiera adulta. Se le estaba olvidando su propio bengalí. Su madre había sido estricta, tanto así que Ruma nunca le había hablado en inglés. Pero a su padre no le importaba. En las pocas ocasiones en que Ruma recurría ahora al bengalí, cuando una tía o un tío llamaban de Calcula para desearle feliz bijoya a Akash el día de su cumpleaños, se le trababan las palabras, confundía los tiempos verbales. Y sin embargo, era el idioma que había hablado exclusivamente durante los primeros años de su vida.»
Jhumpa Lahiri: Tierra desacostumbrada
Comentarios
Y de alguna manera, creo yo, si se le olvidaba el bengalí a Akash, cuando se les/nos olvida algún idioma que ha sido nuestro, se hace invisible también un poco de nuestro pasado, de nuestra infancia. Por eso decía Wittgenstein que el «límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo». Y más allá: si nunca utilizamos el lenguaje del amor, y de la ternura…¿no estaremos limitando nuestro mundo?
Un abrazo
Leire
Escapista
Creo que esa frase de Wittgenstein que citas es la única que he entendido de él, igual no he leído el libro adecuado, pero siempre ha sido para mí inexpugnable, como una fortaleza.
Al hilo de lo que dices, del euskera se solía decir que era el idioma de la ternura, el que utilizábamos con los niños y con los animales.
Un abrazo, Leire.