Uno de estos días Rajoy, en una sesión del Congreso de los Diputados, respondía a Rivera: «No por mucho madrugar amanece más temprano, y si va usted muy rápido, corre el riesgo de estrellarse, de lo que se trata es de que amanezca», en una de esas frases tan suyas, en las que empieza un argumento, se despista a mitad de camino y termina como puede. Dado que esta vez no fue tan grave como en la famosa de los vecinos y el alcalde, solo  voy a tratar aquí del refrán con el que Rajoy empezó su respuesta al presidente de Ciudadanos.

Ya en 1541 este refrán está documentado en la forma Por mucho madrugar no amanece más aína, que luego pasó a ser No por mucho madrugar amanece más aína, cita que se puede encontrar en El viaje entretenido, de Agustín de Rojas (1603). En el siglo pasado se decía: No por mucho madrugar amanece más presto y en la actualidad, como dijo Rajoy, la forma que empleamos es No por mucho madrugar amanece más temprano.

José M. Iribarren, en El porqué de los dichos recuerda una película española titulada La voluntad del muerto en la que el protagonista, un detective inglés, trastocaba el refrán y decía: No por mucho tempranear amanece más madrugue. Lo cual podía haber dicho Rajoy tranquilamente y solo hubiera conseguido que se nos levantara una ceja.