Que el español tenga solo cinco sonidos vocales, en contraste con el francés que tiene diez, se debe al contacto del latín con el euskera y, tal y como están las cosas en cuanto a la necesidad actual de saber idiomas, probablemente nos iría mejor si nuestra lengua tuviera más sonidos vocálicos, pues en tal caso distinguiríamos y seríamos capaces de pronunciar más vocales.
En español la equivalencia entre escritura y fonología es casi total, mientras que, por ejemplo, en inglés (donde los sonidos de vocal son veinte) el desajuste es tan grande que, por poner un solo ejemplo, la vocal larga /u:/ puede verse reflejada en la escritura hasta de siete maneras diferentes: boot, move, shoe, group, flew, blue y tube, con el consiguiente problema, tanto para los niños autóctonos como para los adultos de todo el mundo que quieren aprender inglés.
Esta distancia entre la representación y la pronunciación es lo que motiva esa asignatura dedicada a deletrear palabras que existe en Estados Unidos y cuyos concursos a veces vemos en las películas. Ese problema, al menos, no tenemos con el español, que ya saben que el que no se consuela es porque no quiere.
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