Podríamos pensar que el lenguaje es algo estático, que su léxico es el que está contenido en el diccionario de la RAE y que no hay más que hablar. Pero sucede todo lo contrario, constantemente se introducen nuevos términos en el corpus de una lengua y constantemente también hay palabras que se dejan de usar.

Y esto ¿cómo sucede? Algunas palabras se importan, vienen a la lengua de la mano del objeto, el smartphone, por ejemplo, aparece el teléfono y con él la palabra. Otros términos se inventan, le ponemos a un objeto el nombre de la función que realiza: lavavajillas, paracaídas, sacacorchos, guardabarros. Otra manera de formar palabras es añadiendo un prefijo al término inicial, por ejemplo, hiperactivo, minigolf, supermercado… También si le añadimos un sufijo a una palabra cambia el significado, tipejo, no es lo mismo que tipo, camastro, es diferente de cama, vejestorio, grandullón, etc. Y luego están también las palabras que se forman con un prefijo y un sufijo: ultraderechista, extrovertido, transfronterizo… Y aun hay cosas que no tienen nombre, por ejemplo, ¿cómo se llama el cubierto para servir los espaguetis? ¿Espaguetero? Pues podría ser.