Quizás no somos conscientes del poder de las palabras, pero hay casos en los que la palabra usada para denominar una realidad cambia la realidad misma. No hace tanto el asesinato de una mujer a manos de su pareja recibía en los medios la calificación de «crimen pasional», donde ya se estaba adelantando la excusa de la pasión para la violencia ejercida por el hombre.
Hay una canción que cantaba Joan Báez, «El preso número nueve«, en la que se cuenta la historia de un preso condenado a muerte por matar a su mujer y al amante de esta. El asesino es el protagonista de la canción, la víctima, el engañado, y esta es parte de la letra: «Dice así, al confesor, los maté, sí señor, y si vuelvo a nacer, yo los vuelvo a matar. Padre, no me arrepiento, ni me da miedo la eternidad. Yo sé que allá en el cielo el ser supremo me ha de juzgar. Voy a seguir sus pasos, voy a buscarlos al más allá. El preso número nueve era un hombre muy cabal, iba en la noche del duelo muy contento en su jacal, pero al mirar a su amor en brazos de su rival, sintió en su pecho un dolor y no se pudo aguantar».
Fue una canción muy popular, y muy progre puesto que la cantaba Joan Baez, que todos cantábamos (empezando por la que suscribe) sin darnos cuenta de la barbaridad que repetíamos.
Hay un buen trecho, por lo tanto, entre calificar de «crimen pasional» o de «violencia machista» al mismo acto. El primero implica que la pasión es algo privado mientras el segundo concepto expresa que la violencia de un grupo más fuerte sobre otro es una cuestión social y punible. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Comentarios
Muy acertada la distinción entre una calificación y otra; es verdad la calificación da un sentido diferente al mismo acto.Ha pasado algo parecido con el término «abatidos»en relación al atentado de Barcelona. Esta calificación daba la sensación de que lo que se trataba era de cazar una pieza. El tema de la violencia machista, lo mismo que el de las agresiones sexuales pienso que han de insertarse más en las relaciones de poder que en ningún otro apartado. Uno agrede a otro porque se siente más fuerte de lo contrario es más que probable que no lo haría. Saludos Gema
Sin duda ninguna, Antonio. Y también me fijé en el término «abatir» usado indiscriminadamente en torno al atentado de Barcelona. «Abatir» suena mejor que «matar», como en otros tiempos aquí se decía «matar» para no decir «asesinar». El lenguaje y sus eufemismos, siempre dispuestos a echarnos una mano.
Gracias por la visita, Antonio.
De acuerdo con el fondo de vuestros comentarios, aunque tendría cuidado en demonizar algunas canciones populares por el contenido de sus letras. Correríamos el riesgo de cargarnos gran parte de la historia del tango, el bolero, el flamenco e incluso el rock, que han formado parte de nuestra educación sentimental (que diría Vázquez Montalbán). Hay que situar esas canciones en su momento y su contexto.
Yo también «cantaba» «El preso número 9», y hasta intentaba tocarla a la guitarra. Su autor, Roberto Cantoral, lo es también de un bolero tan poco correcto como «Soy lo prohibido».
Es cierto que cada producto cultural o artístico es hijo de su época, es un debate que a mí no me parece fácil resolver, no habría que cargárselos, por supuesto, pero yo ya no puedo oír esa canción igual que antes, ya no veo el «romanticismo» o el «amor» que antes podía ver en ella.