Todavía se ve una inmersa en conversaciones que abordan el tema del machismo en el lenguaje. Hay quien no ve ningún problema, sobre todo los hombres, en que el masculino sea el género no marcado que nos englobe a todos, hombres y mujeres, y tienen razón en que decir «todos y todas», «ciudadanos y ciudadanas» es una repetición insufrible que en cualquier discurso o escrito nos llevaría a extremos ridículos. ¿Es el lenguaje machista? No, el lenguaje no es machista, ni racista, ni nada. El lenguaje es el reflejo de la sociedad que lo habla. El español tomó en un momento dado el masculino como género representativo de todos y todas porque la sociedad era patriarcal, porque el papel de las mujeres en ese momento era mínimo (en la toma de decisiones, quiero decir). ¿Cuándo chirría esta forma de hablar? Ahora que la mujer va alcanzando cada vez mayor igualdad y mayores cotas de poder en la sociedad.

¿Y qué hacemos? Todavía no hemos encontrado una solución buena. Andrés Trapiello, que es un escritor que me gusta mucho, ha optado por escribir un asterisco en lugar de la “o” y la “a”, por ejemplo tod*s. Otra opción es la @, arroba, también como sinónimo de esas “o” y “a”. Pero ¿cómo se diría “Ánimo a tod@s”, u “os espero a tod*s en la próxima conferencia”? Yo creo que un signo se tiene que corresponder con un sonido para que lo podamos decir porque la lengua escrita tiene que poder ser dicha. Es decir, ambas son convenciones sobre las que nos podríamos poner de acuerdo para escribir, pero a la hora de hablar ¿qué decimos?

Ahí lo dejo. Tenemos en qué pensar.