Me gustó de esta cita el asombro de Stefan Zweig ante la dificultad de la traducción, su admiración por el universo cerrado que compone una lengua y cómo explica lo difícil que es ser fiel al significado al verterlo en otra distinta. Zweig decidió dedicarse un tiempo a la traducción para así conocer mejor su lengua y también aquella de la que traducía. Ahora que lo pienso, son numerosos los escritores que se dedican además a traducir expresando así su pasión por la palabra escrita y demostrando que no solo les gusta escribir, sino también reescribir las historias de otros para así facilitar su lectura a personas de lenguas diferentes. Espero que la cita les guste tanto como a mí.

«De hecho, después de mi primer volumen de versos, introduje una pausa de seis años antes de publicar el segundo, y sólo tres o cuatro años después publiqué mi primer libro de prosa; siguiendo el consejo de Dehmen, por el cual todavía hoy le estoy agradecido, aproveché el tiempo traduciendo de lenguas extranjeras, cosa que aún considero la mejor manera, para un poeta joven, de entender el espíritu de la propia lengua de un modo profundo y productivo. Traduje los poemas de Baudelaire, algunas de Verlaine, Keats y William Morris, un pequeño drama de Charles van Lerberghe y una novela de Camille Lemonnier pour me faire la main. Cada lengua, con sus giros propios, se resiste a ser recreada en otra y desafía las fuerzas de la expresión, que de otro modo no se suelen movilizar espontáneamente, y esta lucha por arrancar a la lengua extranjera lo más propio que tiene y forzar la lengua propia a incorporarlo con la misma plasticidad siempre ha significado para mí una clase especial de goce artístico. Como esa labor callada y, a decir verdad, poco agradecida, exige paciencia y constancia, virtudes que en el instituto rehuí con ligereza y osadía, me apeteció de manera especial; y es que en esa modesta actividad de transmisión de valores artísticos ilustres encontré por primera vez la seguridad de estar haciendo algo práctico e inteligente, una justificación de mi existencia.»

 

Stefan Zweig: El mundo de ayer