Hacía un mes que no le veía, de hecho nunca había estado tanto tiempo sin verle. En la vida van pasando cosas, se van quemando etapas y, a veces, al final se aprende. Yo intentaba aprender a desvincularme un poco de ese hijo tan tóxico. Vino limpio y guapo, se había afeitado, vestía una camisa nueva y hasta se había puesto lentillas. Quizás no es tan trágico que una se distancie un poco. Quizás se había esmerado para que yo le viera bien, o quizás no, imposible saberlo. Me alegró verle pero cuidé de que no fuera demasiado porque después del subidón hay que volver a la sequía. Se entusiasma una y luego desaparece y me quedo colgada. Es curioso que uno necesite tanto entrenamiento y tanta repetición para aprender cosas bien sencillas.
Ya no parecía enfadado como la última vez que whatsapeé con él, me hablaba tranquilo diciéndome todo aquello que él pensaba que yo quería oír. Yo escuchaba, asentía y le ponía delante la comida. Después de todo va a resultar que no es tan difícil ser madre, solo hay que enfriar los sentimientos, poner distancia. Me puse a planchar para estar con él en la cocina. Él seguía hablando de sus cosas, todas buenas, los conflictos eran de otros. Necesitaba un cable hdmi para la televisión, también una televisión, ¿no habría ninguna de sobra en casa? pues no, lástima, no había ninguna. ¿Había alguna ropa de su hermano de sobra? pues sí, ahora que estás más delgado algo habrá que te sirva. Se puso una camisa negra con la que estaba muy guapo, aunque los botones se resentían de la presión. Se miró en el espejo contento, dijo que veía mejor con las lentillas que con las gafas. Dijo que se iba, le di algo de dinero y dos besos y se marchó.
Comentarios