Hay palabras que cambian con el tiempo a pesar de que, como todos, habían nacido para ser eternas. Se nos ocurre pensar, documento siempre se dirá documento, ¿cómo si no? Ya, pero ¿decimos «dale para atrás» cuando indicamos a alguien que dé marcha atrás o decimos «dale p’atrás»?, esto último ¿verdad? Pues bien pudiera ser que un día se perdiera la forma «para atrás» y se impusiera «patrás». Ahora mismo parece horrible, pero cosas más raras han pasado.
Hay un lingüista alemán, Rudi Keller, que utiliza un ejemplo perfecto. Imaginemos un edificio público con un precioso césped enfrente. Para acceder a su entrada principal hay que dar un rodeo, pero un día, alguien con prisa cruza por en medio pisando la hierba. Poco a poco otras personas, también con prisa, copiarán su comportamiento y atravesarán el césped, de manera que se irá marcando un camino. Los que habitualmente nunca pisarían la hierba ven un día que hay un camino más corto que el que ellos hacen y deciden tomarlo, con lo cual ya tenemos una nueva forma de llegar al edificio. Con el lenguaje pasa exactamente lo mismo con la diferencia de que en la hierba se podría poner una valla y en el lenguaje no.
Comentarios
Cuánta razón, vamos construyendo caminos día a día en las palabras, la hierba, las costumbres. Nos podrían poner vallas, las podríamos saltar, retirar… si somos muchos y creemos que lo que hacemos es mejor para todos…
En el paseo de la Zurriola y en el paseo de Francia de San Sebastián hay caminos de los que mencionas. Sirvan de ejemplo.
Y si no se le pueden poner puertas al campo, menos aún al lenguaje.
Un saludo, Maite.