Pudiera parecer que el lenguaje pertenece a los lingüistas, a los académicos, a los escritores… pero no, el lenguaje es de todos. Es nuestro y por eso cada uno tiene la lengua que ha aprendido en la escuela, con su familia, en sociedad y luego tiene su propio lenguaje, sus expresiones, las que le gustan, las que le identifican con una tribu o con otra. Y conserva palabras que oía de niño aunque ya no se utilicen porque, como la magdalena de Proust, le traen todo un baúl de recuerdos. Oigo gachí y estoy oyendo a mi padre y si alguien dice fulastre la palabra adquiere el tono de voz de mi madre.
El lenguaje nos gusta, no tanto como el fútbol o Gran Hermano pero tiene su público. No hay más que ver el éxito de programas como “Pasapalabra” o “Saber y ganar”, dos de los concursos más veteranos de la televisión. O la popularidad de los crucigramas. Una anécdota que me llamó la atención fue saber que el New York Times conseguía muchos suscriptores gracias a su famoso crucigrama porque aquellos pueden consultar la solución del crucigrama online sin tener que esperar al periódico del día siguiente. Curioso, ¿verdad?
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