En Euskadi hay una palabra muy bonita para nombrar a la lluvia muy fina, sirimiri. Es un término recogido por la RAE cuyo significado oficial es ‘llovizna muy menuda’. A veces, por si no fuera suficiente para expresar esa forma de lluvia tan característica del País Vasco, le añadimos «calabobos», dando a entender que es una lluvia tan vaporosa que casi no te enteras de que llueve hasta que no estás calado… como un bobo.

Elvira Fidalgo es una profesora de Filología Románica de la Universidad de Santiago que escribió su tesis sobre la formación de palabras gallegas para la lluvia, recogiendo hasta 70 términos con los que distinguir otros tantos tipos de lluvia. Ríanse ustedes de esa leyenda urbana que habla de la cantidad de términos que tienen los esquimales para designar la nieve.

Una de estas palabras gallegas es balón que designa ‘un golpe de lluvia fuerte, abundante y de corta duración que se repite a lo largo de varios días’; otro término es babuña (sin duda emparentado con baba) con el que se expresa una ‘lluvia débil, muy finita, pegajosa pero no desagradable», ¿a que parece algo así como la baba de un bebé?

Pero de entre todas las palabras la que más me ha gustado es froallo, que se utiliza para designar una lluvia especialmente fina. Procede del latín floccum, ‘brizna de lana’ y es que antes, cuando se esquilaba a las ovejas y se aireaba la lana, esta soltaba una especie de polvo blanco muy fino, pues bien, según Elvira Fidalgo: «Esa imagen del polvo moviéndose se trasladó a una lluvia que se pone a caer cuando hay rayos de sol y parece medio blanca». ¿No les parece una imagen preciosa?