¡Qué curioso que Andrés Trapiello sepa describir con tanta exactitud la sensación de orfandad que me queda cuando termino uno de los tomos de su diario! Este del que extraigo la cita es el que estoy leyendo ahora, el que todavía tiene para mí páginas inéditas, aquel con el que me he carcajeado como si estuviera leyendo un libro de chistes. Lo leo con aprensión porque con cada página que paso, me queda una menos. Lo cojo con delicia porque sé que me espera un rato de auténtico disfrute. Pero cuando inevitablemente se termine, qué pena, qué orfandad.
«Ha sido una sensación nítida, insoslayable, que le ha producido a un tiempo placidez y angustia. Lo primero, porque todo aquello que le parece una verdad profunda le asombra y apacigua; y lo otro, porque toda verdad, al final, desasosiega un poco, ya que la verdad, siendo de todos, es gratis y no siempre resulta fácil saber qué hacemos con ella; sólo se hace negocio con las mentiras. Ha sabido, al fin, lo que querría hacer en la vida, como si estuviera empezando a vivirla, y no terminándola: escribir de cualquier cosa de las que tiene cerca. Sabe bien que no es necesario viajar a los confines, ni rodearse de gentes extraordinarias ni ser testigo de hechos prodigiosos, para levantar una gran hoguera. Los fuegos se hacen con lo que se tiene al lado, gruesos troncos de encina o bosta de caballo. Basta con observar las cosas con una mirada paciente, recién nacida a la realidad, virgen a toda sensación o pensamiento. Y contarlo a alguien a quien sólo se le pida inteligencia, natural o cultivada; ya sabes, se dice, de esa clase de personas que abren un libro con escepticismo y a las dos o tres horas ininterrumpidas de lectura, se impacientan e irritan si tienen que suspenderla para, por ejemplo, cenar. Uno de esos libros que dejan en el lector, cuando este los acaba, sensación de orfandad, por un lado, y, por otro, la convicción de que les ha nacido un nuevo padre, hermano, amigo.»
Andrés Trapiello: Mundo es
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