La autora de esta cita es chilena. Escribe en el que es mi idioma materno y sin embargo, tropiezo casi en cada línea con palabras que ignoro. Gracias a que ella parece dominar el castellano de España mejor que yo el de Chile, sé que los damascos son albaricoques; las arvejas, guisantes; los porotos, judías y el choclo, maíz. Y deduzco, porque está muy fácil, que nuestro quiosquero es su diarero. No me extraña que Ignacio, español como yo, se dedique a cazar sustantivos en pleno supermercado.

«Abrí los ojos en un acto reflejo y entendí que había despertado pero me di otra vuelta. Arreciaba una luz marina por los huecos que dejaban las cortinas, lo dijo Ignacio y entonces terminé de despertar para decirle que no podía ser marina esa luz, estábamos en medio de un pueblo, rodeados de tierra suelta y de pinos que desgranaban sus piñas sobre el techo. No me confundas. Cierto, dijo Ignacio, y tropezó con un guateo caído en el suelo como con niño muerto. Se duchó lo más rápido que pudo y lo mismo hice yo, pero me demoraba intentando atrapar el jabón y cerrarle al champú. Con las cabezas estilando salimos a buscar almuerzo. Por los pasillos del supermercado Ignacio se dedicó a cazar sustantivos en las latas de comida, damascos en vez de albaricoques, arvejas en vez de guisantes, porotos y no judías, y entonces yo me paré ante un mostrador y pasando suavemente los dedos como lectores láser por las superficies les dije acá hay tarros en vez de latas, de choclo en vez de maíz. No hables tan alto, dijo Ignacio, y luego, lo que estás tocando son olivas. ¿Pero son amarillas estas aceitunas?, pregunté, más bien verdes, contestó Ignacio. Y después desfilamos por una caja. Y sé que en el después del después el auto se detuvo frente al quiosco, que Ignacio se bajó dando un portazo, que conversó con el diariero, que estiró la mano con las monedas sobre su palma y le pidió que se pagara de ahí porque todavía le costaban las monedas».

Lina Meruane: Sangre en el ojo