Cuando le conocimos acababa de cumplir tres años. El encuentro fue uno de esos momentos que piensas que vas a recordar toda la vida, aunque después no lo hemos recordado tanto. Le traían de la mano y sentí una piedad infinita por él pues no tenía más opción que irse con nosotros. Estábamos los tres con la sonrisa puesta, quietos, intentando no parecer demasiado grandes, ni demasiado amenazadores, pero seguramente lo pareceríamos. Yo me agaché para estar a su altura y él me beso, dócil, muy solo.
Teníamos permiso para pasar con él todo el día. Íbamos al parque, nos tirábamos por la txirristra, le empujábamos en el columpio, los tres pendientes de él. En verano íbamos a una piscina que había cerca. Le gustaba que le pusiera crema y yo me decía que era buena señal que se dejara tocar, aunque para mí, entonces, todo era buena señal. Al caer la tarde le llevábamos de vuelta al centro. Qué entenderá él, me preguntaba, pobre, te lo llevas como si fuera un perrito y luego lo devuelves y él se queda allí, tan solo.
Procurábamos ir una vez al mes y llamarle todas las semanas. Al teléfono no decía nada, pero yo oía su respiración pequeñita al otro lado. Pasaron seis meses antes de que nos lo pudiéramos traer y cada vez estaba más triste. Fueron seis meses muy largos en los que él solo era un papel que iba de mesa en mesa. Escribí a la jueza explicándole que cada día era un mes para un niño de tres años, que languidecía, que se apagaba… y ella, o alguien, se apiadó de mí y firmó el papel que faltaba y pudimos traerle a casa.
Ahora tiene 27 años y sigue vivo.
Comentarios
Madre mía! Gemmina, te diría si te tuviera cerca… un abrazo enorme.
Igualmente lo recibo de lejos, Bea. Gracias por el diminutivo, por el abrazo, por la empatía…
Quė bien te expresas Gemma, como me gusta leerte! La vida, sus historias y honduras! Un abrazo infinito!
Muchas gracias, Eli. Te recuerdo a menudo gracias a unos guantes…
No sabes cómo te entiendo. Qué dura la burocracia y qué suerte que una persona de esa burocracia entendiera que detrás de las firmas, los papeles, los plazos….hay personas.
Pues sí, tuvimos suerte al final, aunque uno se tropieza con la burocracia una y otra vez en la vida.
Un abrazo, Maite.
No sé qué decirte.
Ya lo has dicho todo.
Un abrazo, Antonio.