Dicen las malas lenguas que hay quien compra el periódico solo por hacer el crucigrama. A mí me gusta mucho el de El País porque es imprevisible y me tiene pensando y pensando hasta que encuentro la palabra exacta. Al revés que el autodefinido de El Diario Vasco, que es simple y llano como una patata, y no tiene ninguna gracia hacerlo. A pesar de todo, si compro el periódico, cosa que ya rara vez hago, el desafío es ver cuánto tiempo me lleva, porque completarlo es demasiado fácil. Y no es que alardee, es que es del nivel de «Ciudad de Girona», cuatro letras, o «Robert de…», cuatro letras. Pues eso. Todo eso me ha recordado esta cita tan hermosa.

«Y todavía después Ignacio regresó con el enésimo diario de la semana para seguir en detalle las crisis que estremecían al mundo afuera de nosotros. Toma, esto es para ti, escuché que decía. Palpé unos cuadernillos de papel barato. ¿Y esto?, sonreí. ¿Revistas porno en braille? Sentí la risa de Ignacio pegándosele a la voz: unas revistas porno para ciegos que también le sirvieran a videntes entrenados. Escolares leyendo porno con una mano bajo el escritorio. Y liceanas, sugerí, no había que olvidarse de ellas descubriendo el voyerismo de los dedos. Sí, dijo Ignacio, faltaba más, las estudiantes de liceos y de colegios de monjas. Ya, pero qué es esto. ¿No quieres adivinar? No, no quiero, vivo adivinando, me está matando tanto acertijo. Crucigramas, dijo él, y yo, ¿crucigramas? Para qué los quiero. Los queremos, corrigió Ignacio, para no olvidarnos de las palabras. Ignacio debía haber encontrado en alguna caja mis cuadernos llenos de palabras. No de grandes citas. No de títulos de libros pendientes ni menos de diarios. Palabras solas que yo coleccionaba para ponerlas a trabajar después. Palabras que me llevaban de una idea a otra prescindiendo del diccionario, que era el estanque detenido de las palabras. El crucigrama era un conjunto de palabras sinsentido que se cruzaban sin más motivo que el azar de compartir una letra. Compartir una letra como única condición, pensé. Cada palabra desnuda y atravesada por otras en distintas posiciones. ¿Me estás mandando un mensaje cifrado? Y otra vez Ignacio empezó a reírse, para adentro y luego para afuera; se reía a carcajadas felices que me desconcertaban.»

Lina Meruane: Sangre en el ojo