A pesar de llevar una temporada espléndida con los libros, hacía tiempo que no leía una novela que me golpeara de esta manera. Las tierras arrasadas cuenta una historia terrible, más terrible aún porque sabemos que es una historia real que está sucediendo ahora, sucedía la semana pasada cuando yo leía el libro y sucede ahora mientras escribo estas líneas. Miles y miles de migrantes cruzan México cada año intentando llegar a Estados Unidos. Vienen de El Salvador, Nicaragua, Guatemala… y muy pocos, contra lo que parece, llegan a la frontera de Estados Unidos. Muchos, demasiados, se quedan en México. No es difícil imaginar que esto conviene a todos: al gobierno mexicano que evita que los Estados Unidos protesten más, a las mafias que sacan provecho de ellos y al propio gigante norteamericano, que recibe menos. Los migrantes acaban sus días en una zanja, o trabajando como esclavos ellos, en la trata de blancas ellas y los niños, si no pueden trabajar, son asesinados directamente. Emiliano Monge, el autor, explicaba en una entrevista que 60.000 salvadoreños han encontrado la muerte en México en los últimos diez años. Que cuando buscaban a los 43 estudiantes desaparecidos en 2015 encontraban zanjas con 30, 23, 20 personas y se decían, ah, no, estos no son porque no hay 43 cuerpos, sin que nadie se preguntara quiénes eran los que realmente estaban enterrados. Pero dejemos la realidad porque la novela va mucho más allá.

Los protagonistas son Estela, también llamada LaqueadoraaEpitafio, y Epitafio, o ElquequieretantoaEstela. Ellos son los jefes de una de las bandas que asalta a los migrantes, los secuestra y los vende, o los mata, según vayan las cosas. Emiliano Monge convierte a Estela y a Epitafio en personas, están enamorados y se quieren por encima de todo. Y el autor consigue entre tanta barbarie y tanta deshumanización, que sintamos simpatía por unos personajes que son despreciables, que producen pavor a sus propios hombres. No quiero identificarme con ellos, son abominables y, sin embargo, me reconozco en ellos, me puedo ver en esa mujer enamorada, comprendo la desesperación de él por tener una vida junto a ella.

Los migrantes son los sinDios, sinnombre, sinalma y su voz se recoge en cursiva a modo de coro griego, como una voz colectiva. Aparecen también en cursiva líneas que pertenecen a la Divina Comedia o que son citas tomadas de diversos testimonios de migrantes centroamericanos a su paso por México.

Es una novela que te golpea en el estómago, que te pone del revés y te sacude sin piedad. Está escrita en un lenguaje prodigioso, está tan bien narrada que parece que el autor se hubiera sentado y la hubiera escrito toda de un tirón, así de natural parece.

Me atrevería a decir que es un libro imprescindible. Ya no para conocer una situación determinada, sino para leer buenísima literatura y sentirse arrebatado por las páginas de un libro, porque esa experiencia no debe ser dejada sin vivir.

Emiliano Monge: Las tierras arrasadas