Esa preciosa canción mejicana que es «Volver, volver» dice en una de sus estrofas: «yo sé perder, yo sé perder… «. Y ese, creo yo, es uno de los mayores aprendizajes de la vida, quizás el más difícil. Porque a lo largo de la vida perderás personas queridas, algunas porque encontraron la muerte, otras porque un malentendido las apartó o simplemente tomaron un camino distinto… Se pierden la juventud y la belleza, a menudo lo único que los demás ven en ti. Se pierde la inocencia y algunos también pierden, con el paso de los años, la ilusión.
Perdemos sin parar, constantemente, perdemos las ganas de aprender y la confianza ciega en el primero que se dice nuestro amigo. Por perder, perdemos hasta el deseo de cambiar el mundo, sabedores del tamaño inmenso de la tarea. Las pérdidas son para algunos una resaca de amargura con la que se visten cada mañana, mientras para otros son un pozo de resignación y una excusa para la pasividad.
Yo recuerdo haber escuchado cantar a Mercedes Sosa eso de «que la vida no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre indiferente…» y pensar que lo que no me gustaría sentir en la madurez de mi vida es que había pasado «sin haber hecho lo suficiente». Porque si algo creo firmemente es que la peor de todas las pérdidas es perder las ganas, mostrarse imperturbable frente al dolor ajeno y descreído de la acción propia. Vivir sin ganas se me antoja una forma de morir en vida, un vivir sin saber siquiera para qué respira uno, así que echémosle ganas porque cada día tiene su afán. Y cuando tiene mérito es cuando uno lo encuentra a los ochenta y cinco años, a los diecisiete está demasiado fácil.
Comentarios
» Las pérdidas son para algunos una resaca de amargura con la que se visten cada mañana». Preciosa frase Gemma.
Perdona que desdramatice pero yo creo que la vida no tiene mucho sentido; es un conjunto de avatares y circunstancias con un poco de esfuerzo personal. La vida no pone a cada cual en su sitio a su final, en muchísimos casos es una injusticia total, de ahí que mucha gente sienta necesidad de creer en «algo» que nos haga justicia
No me hagas caso Gemma soy un descreído total. Quizás es que la vida no me ha tratado mal o, simplemente, he sabido adaptarme a ella.
Yo creo que los humanos aspiramos a una trascendencia que simplemente no existe, de ahí que también crea, frente a los que piensan que la naturaleza nunca se equivoca, que estamos mal diseñados. ¿Por qué nos gusta vivir si estamos destinados a morir?, ¿por qué aspiramos a perdurar si sabemos que es imposible? También pienso que las religiones son una espléndida respuesta a esas preguntas y a esa necesidad (¿estás encontrando alguna respuesta en tus estudios?).
Y en este panorama, creo que lo único que podemos hacer es tratar de mejorar nuestro espacio de influencia. Aspirar a ser honestos y solidarios, profesar la empatía y echarle un poco de alegría al asunto.
Por cierto, ya te estaba echando en falta.
Más que a una trascendencia los humanos, pienso, soportamos mal la incertidumbre, nos encontramos más cómodos en la certeza. En un principio el ser humano se preguntaba por cosas como ¿qué es el rayo? ¿Por qué existe la enfermedad?. Para todo ello echaba mano de Dios; ahora la ciencia nos ha dado respuestas. Pero nos asaltan nuevas dudas y nos encontramos en un vuelta a empezar. La Antropología sí se ocupa por qué todos los seres humanos necesitan «creer» en algo y las respuestas son variadas porque las causas también lo son; en esa disciplina de la ciencia social se dice que el ser humano es un ser bio/psico/socio/cultural por lo que los motivos de sus comportamientos y creencias son muy variados. La Teología -al menos lo que yo llevo visto hasta ahora- no se mete en esas cosas, lo da todo por hecho, la fe es un don que se te concede o no y una vez que se cree, la moral, las normas de comportamiento,las acciones a realizar, vienen dadas. Aquí sí se habla de trascendencia. Pero claro, a los que no se nos ha concedido ese don tenemos que buscarnos las «creencias» por otro lado y ahí te encuentras con la conciencia de cada cual, con tus capacidades y con tus inquietudes. En mi caso me limito a intentar ser consecuente con mi forma de pensar y en mi pequeño mundo. No llego a más, cada cual ha de saber cuáles son sus limitaciones.
Te leo todos los días aunque no haga comentarios. Me sorprende esa capacidad de desnudarte internamente que tienes. Supongo que te hará bien. Como decía mi admirado Pla «el escribir es una forma de ordenar el pensamiento».
A mí también me asombra este giro a escribir de aspectos tan personales, porque siempre he sido todo lo contrario, he intentado ser aséptica en todo lo que escribía públicamente o, incluso, utilizar un seudónimo.
No sé si me hace bien, mal no, desde luego, y sí que me da como una sensación de libertad, de ser capaz de ser la que soy sin necesidad de velos o filtros. Escribo de lo que me sale y de lo que me apetece más allá de las reacciones que pueda suscitar. Es lo que hay, me digo, y ya está. Ya ves. Qué cosas. A la vejez viruelas, que diría mi madre.